En esta nota destacamos algunos puntos de la entrevista publicada por CIPER Académico a nuestra directora MICARE, Claudia Miranda, sobre las características de la vejez y la necesidad de generar políticas de cuidado pensando en quienes desarrollan esta tarea.
Adaptada por Gabriela Campillo – Nota original de Marcela Ramos, CIPER Académico.
“En todo el mundo, el cuidado se asocia a las mujeres. En Chile, las cuidadoras de personas mayores, en promedio, tienen cerca de 60 años y las llamamos ‘la generación sandwich’, porque son mujeres que todavía están cuidando a sus propias familias y además tienen que cuidar a sus padres y/o madres”, explica la directora de MICARE, Claudia Miranda.
Claudia comenzó a observar las dinámicas de cuidado a partir de su propia experiencia. Primero fue su abuela: una mujer activa, autónoma y muy presente, a quien le diagnosticaron Parkinson alrededor de sus 70 años. Lo que la familia no sabía era que, asociado al Parkinson, podía manifestarse una demencia.
Entonces los hijos decidieron que alguien tenía que cuidar a su abuela de manera permanente. La mujer tenía cinco hijos: 2 mujeres y 3 varones. Los hombres se preocuparon de su madre ejerciendo otras funciones, pero las candidatas a cuidarla diariamente fueron ellas:
Veinte años después, el tema del cuidado la tocó aún más cerca, con el segundo de sus hijos. “Mi hijo nació con acondroplasia, comúnmente llamado “enanismo”, pero luego de una operación en la que hubo una complicación, cuando tenía casi dos años, quedó con secuelas neurológicas permanentes. Mi hijo ahora tiene 6 años, un retraso general del desarrollo y discapacidades múltiples”, relata.
Su propia historia le enseñó a Claudia dos cosas: que el cuidado es una tarea fundamentalmente realizada por mujeres, y segundo, que entramos a ella, en general, sin muchas herramientas:
“Lo que vive una mamá que cuida a un hijo con discapacidad intelectual o incluso con discapacidad física es distinto a la realidad de una mamá que cuida a un niño que está dentro de la norma. Yo afortunadamente cuento con una persona que me ayuda con mi hijo y que es esencial para su desarrollo. Esto me permite trabajar, pero incluso con ese apoyo, el llevarlo al médico frecuentemente, estar pendiente de los exámenes y pensar qué será de él una vez que su papá y yo no estemos, genera un desgaste”, dice Claudia Miranda.
Al enorme esfuerzo físico y de recursos, Claudia suma el costo en salud mental que sufren las cuidadoras. Por ello, a la hora de promover políticas públicas sobre el tema, dice que deben abordarse tanto las personas cuidadas como quienes se hacen cargo de esta tarea.
Como si los pacientes fueran dos:
-Sabemos que las cuidadoras son mujeres con baja escolaridad y que tienen menos ingresos económicos, y ese perfil a veces se va perpetuando entre las distintas generaciones. Además, si cuidas a una persona dependiente, eso hace que te vayas aislando. Cuando tú sientes que dejaste de hacer lo que hacías, que no puedes trabajar ni tener una rutina de autocuidado, eso genera problemas de salud mental, sintomatologías ansiosas y depresivas.
-¿Cómo se manifiesta eso?
-La sintomatología depresiva tiene que ver con el estado de ánimo, con la energía, con tener una visión de futuro un poco pesimista. La ansiedad, en cambio, se vincula con las preocupaciones. Tienes problemas para dormir, o pensamientos negativos recurrentes, que a veces se fundamentan en evidencia, pero muchas veces también son “rollos” que te armas tú. Entonces sudan las manos y como que se aprieta el estómago. Otro concepto del que se habla mucho es la sobrecarga: la sensación de que tienes que hacer muchas cosas asociadas a cuidar, y no sabes hasta qué punto vas a ser capaz de llevarlas a cabo y con un buen término. A ese estrés constante le llamamos sobrecarga y es algo que experimentan las cuidadoras.
LA VEJEZ EN CHILE
Según Claudia Miranda, los desafíos asociados al cuidado son crecientes en Chile, pues ha disminuido la natalidad y hay una mayor expectativa de vida, lo que ha acelerado el proceso de envejecimiento. En cifras concretas, esto significa que, para 2050, “un tercio de la población serán personas mayores”.
-¿Cómo viven las personas mayores en Chile? El documental el Agente Topo, que hoy compite por un Óscar, muestra una vejez triste, solitaria, incomprendida. ¿Es así?
-La vejez es una etapa del ciclo vital que es muy heterogénea, más que cualquier otra. Imagínate, tú tienes a dos niños recién nacidos y probablemente tengan un 90% de cosas en común. En cambio, cuando tienes personas que han vivido 60 años o más, claramente las experiencias de vida y lo que has aprendido, son muy diversas. Entonces más que hablar de una vejez, se habla de “vejeces”. Ahora, dentro de esa heterogeneidad, en cuanto a su funcionalidad, tú podrías dividir a las personas mayores entre dependientes y autónomas. Y aquí vamos a terminar con un estereotipo, porque alrededor de un 80% de los mayores de 60 años en Chile son autónomos. Las personas mayores institucionalizadas, es decir que viven en establecimientos, son las menos.
-¿Qué datos hay al respecto? ¿Es mayor la vulnerabilidad en algún grupo, por edad, por género, por clase social?
-Sabemos que tanto el apoyo percibido como la participación social te hacen más o menos vulnerable. También sabemos que, de acuerdo a la última Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, entre un 63 y un 74% de las personas mayores dice que se siente satisfecho con su vida. Entonces, en el fondo, estos indicadores te hacen pensar que independientemente del ingreso económico, la mayoría de las personas mayores están satisfechas con su vida y perciben que tienen gente o redes a las cuales acudir.
-Es decir, hay que cultivar nuestro componente de “seres sociales”
-Exactamente. Y esto es muy interesante en una época como la actual. Porque el sistema económico actual nos dice que tenemos que competir, que cada uno cuida su propio huerto. Pero todo eso se derrumba cuando piensas en los determinantes sociales de la salud física y mental, pues somos seres sociales y eso tenemos que desarrollarlo siempre. No es algo que vayamos a hacer solo en la vejez.
-Entiendo que esa es una de las explicaciones para que las mujeres vivan más. Al final de la vida, ese lado más sociable puede terminar también salvándote…
-Sí, eso también tiene que ver con los roles que se han asumido. La vejez tiene toda una historia previa. En el caso de los hombres, su historia en general fue la de ser proveedor, teniendo al trabajo como su máxima instancia de participación social. Pero eso lo vas perdiendo en la vejez y si tus redes sociales se limitaban a ello, también las vas perdiendo. En cambio, las mujeres, por distintas razones, nos desenvolvemos en distintos ámbitos, más aún desde que nos incorporamos al campo laboral y eso nos permite potencialmente desarrollar más redes de apoyo significativas y estar más protegidas frente a la soledad. Sin embargo, esto se puede ver truncado cuando eres cuidadora, por ello es esencial visibilizar e intervenir en el tema.
Lee aquí el artículo original escrito por Marcela Ramos en CIPER Académico.